12 de agosto de 2011

Silencio


El silencio, el silencio.


El silencio te hace guardar las palabras en la mesilla de noche, como en un descuido, y cuando te levantas por la mañana, olvidarlas al comienzo del día. Y así es como comienzan las semanas en silencio.

Después te olvidas de que has amado, olvidas que has sufrido, olvidas cómo se pide educadamente un café y sólo queda una tela muy fina que te envuelve y te atrapa, te atenaza los músculos y te impide escapar. Como las telarañas que hace tiempo que fueron deshabitadas y sólo queda un cúmulo de cadáveres vacíos.

El silencio nos hace desaparecer de nosotros mismos y nos entierra en la mente de los demás.



Pero yo quiero volver a ser la que era.
Quiero vencer el silencio.


Y aunque ahora lo evoco con fuerza, pues el silencio forma parte de mí,
a cada palabra que escribo y que lees, lo venzo poco a poco,
rompo la tela de araña y escapo.

Y me resigno a morir, a ser enterrada sin ni siquiera tener un epitafio que deje constancia de mí.

Unos meses no son nada.

¿Qué son unos meses de silencio?

Respiro, estoy viva.

Comienza el silencio...

y otro termina.